Publicado
Durante este año 2024, la provincia chilena de la Congregación de los Sagrados Corazones organizó una experiencia misionera con el acompañamiento de Graciela Garay ss.cc.. Un grupo de exalumnas, formado por Camila Riquelme del Liceo Nuestra Señora de la Paz, Sofía Isla del Colegio SS.CC. Providencia, Tiare Jaque del Liceo SS.CC. San Javier y Fernanda del Canto del Colegio SS.CC. Viña del Mar, fue enviado a la comunidad de Santa Lucía en Merlo-Moreno, diócesis de Buenos Aires, donde los hermanos SS.CC. tienen presencia hace más de 10 años en la parroquia San José del barrio Libertad.
El proceso formativo buscaba preparar el corazón para esta experiencia que incluía también la convivencia comunitaria entre las misioneras, lo que siempre nos enfrenta a la realidad de hacer vida la fraternidad. Durante una semana en diciembre, las misioneras se dedicaron a acompañar a la comunidad, realizar visitas puerta a puerta, organizar actividades para niños y colaborar en la fiesta de Santa Lucía, una de las celebraciones más importantes de la capilla local. Este esfuerzo retoma las misiones realizadas por las hermanas en la misma parroquia hace más de una década, cuando se llevaron a cabo actividades similares e incluso un retiro de espiritualidad SS.CC.
Sofía Isla, una de las misioneras, destacó la experiencia como profundamente significativa:
“Una de las cosas que me gustó fue que pudimos empezar algo y terminarlo, en el fondo no dejamos nada abierto. Ayudamos a organizar la fiesta de Santa Lucía, fuimos a invitar a la gente a participar y los niños pintaron un lienzo muy bonito. Fueron días intensos, de mucho trabajo, y me dio la sensación de vivir los días lentamente, todo hacía sentido. A pesar del cansancio, cada día era un empezar con ganas”.
Por su parte, Tiare Jaque valoró el vínculo generado con la comunidad y la profundidad del encuentro:
“La gente se portó muy amable. Según nos decían, era la primera vez que los visitaban y estaban muy contentos. Las actividades fueron significativas porque el propósito se cumplió, que era acompañar a la gente en la capilla, hacer puerta a puerta, escuchar a la gente que vive un poco más sola. Los niños nos esperaban a que llegáramos. Fue importante poder hacer actividades con ellos. Solo tengo palabras de gratitud”.
Finalmente, Camila Riquelme reflexionó sobre cómo la misión le permitió conocer otras realidades y romper la burbuja de su vida cotidiana:
“Agradezco mucho que me hayan dejado participar en la misión porque conocí otras realidades. En el puerta a puerta, aunque fueran de otra religión, las personas eran muy acogedoras. Me quedo con cómo viven otras personas; quedé muy impactada con su relato y sus necesidades, porque uno vive en una burbuja y salir de ahí marca mucho. Poder escuchar los problemas del otro y acompañar es muy importante, aunque sea corto”.
Esta misión no solo impactó a las jóvenes misioneras, sino que también dejó un hermoso recuerdo en la comunidad, reforzando el llamado de la congregación de anunciar al mundo el amor de Dios y vivir la fraternidad en cada acción.