By Comunicaciones SS.CC. | Published | Sin Comentarios
Patricia del Carmen Villarroel Garay ss.cc. cumplirá en marzo 40 años de vida religiosa. Ha pasado por un sinnúmero de servicios en el territorio chileno, Empezó trabajando con jóvenes en parroquias populares, luego estuvo en educación, fue formadora de las nuevas vocaciones por muchos años, hasta que en 2018 fue elegida superiora general. Algo que no esperaba pero que ha vivido con paz y alegría.
Confiesa que es un servicio donde Dios se manifiesta: “He estado muy contenta y lo atribuyo a que es el Señor el que va haciendo las cosas. Los capítulos son un mes de reunión y se produce una cosa importante, espiritual. Jamás pensé que iba a ser elegida, incluso tenía aquí mis proyectos, a mi madre mayor… pero en el capítulo se produce algo espiritual en que tú te vas ablandando porque te vas comprometiendo con lo que estamos haciendo. Cuando me empezaron a conversar las hermanas, yo decía “noooo”, y lo que se vive ahí va haciendo que una acepte. La forma en que se dieron las cosas la sentí mucho de Dios. Lo he vivido bien, a pesar de que no me gusta nada viajar”.
No le gustan los despegues ni los aterrizajes. Menos las turbulencias. Dice que para el terremoto de 2010, estando en Santiago, creyó que “el epicentro era debajo de mi casa, luego de eso quedé con miedo también a las turbulencias, porque se parecen a los temblores. No me gustan”. Pero no tiene muchas más opciones. Su labor como superiora consiste en realizar visitas canónicas a los 21 países donde las hermanas están presentes en el mundo, y visitar los países en otras ocasiones.
“Ciertamente las visitas canónicas es lo más entretenido de todo lo que yo hago porque es lo que tiene más sentido pastoral. El trabajo en Roma muchas veces es medio administrativo, pero son cosas que hay que hacer; hay que solucionar problemas, hay que ver temas con la Santa Sede, y además tenemos reunión casi todas las mañanas con el consejo general cuando estamos allá, pero lo que a mi más me llena es visitar las comunidades y conversar con las hermanas”, dice.
Y continúa: “La primera visita que hice fue a fines del 2018 y 2019. Había países en los que no había estado nunca. Fui a todos los lugares que no conocía a conocer a las hermanas. Una vez que las conoces, hacer la visita canónica ya es un poco distinto. El testimonio de las hermanas mayores siempre es enriquecedor porque tú te encuentras con tanta santidad en la congregación. Hay hermanas que realmente han entregado su vida calladitas y que han logrado amar al Señor profundamente. Vivir así, hacer cosas pequeñitas y sentir que están amando al Señor construyendo la comunidad haciendo fraternidad, es algo que siempre me alegra el corazón. También los sueños de las más jóvenes son cosas que te llenan el alma. Con todos los problemas que hay en el mundo, que haya gente que se entregue y que tenga sueños y que quiera vivir su vocación, es un milagro”.
Junto a su elección como superiora general, también fue elegido Alberto Toutin ss.cc. como superior de la rama masculina de la Congregación. Ambos chilenos con una historia común de fraternidad: “Alberto es muy buen hermano. Hicimos el pregrado juntos y luego me tocó estudiar en Francia donde estaba él y me motivó mucho. Hemos tenido una relación muy bonita. Compartimos muchas cosas, nos juntamos frecuentemente, preparamos reuniones de los dos consejos y siempre estamos en contacto. Escribimos las cartas de los superiores juntos, o a veces las escribo yo y él me hace aportes, o al revés… Sentimos que entre los dos estamos animando la congregación y eso de verdad que ha sido importante. Cada uno hace sus viajes, y cuando estamos en Roma nos apoyamos mucho. Conversamos cosas que son comunes. Las dificultades en general son más o menos las mismas y oírnos nos hace bien a los dos”.
La Iglesia va siempre más lento, eso hay que asumirlo. Lo sabemos, no nos gusta, pero es así. Pero no quiere decir que no estemos dando pasos y los pasos se van dando dentro de lo que es posible porque depende de los sacerdotes, depende de los obispos y también dependen de nosotras. El machismo y el clericalismo es responsabilidad compartida. Nosotras como hermanas tenemos dentro de nuestras prioridades a la mujer y eso nos ha cuestionado porque nos ha hecho ponernos en guardia y en sintonía, y sobre todo nos ha hecho dirigir nuestra pastoral hacia la mujer.
Tenemos proyectos sociales para promover el mundo de la mujer, para ir ocupando los espacios que tenemos que ocupar y que no hemos podido por distintas razones.
Pero son procesos lentos porque empoderar a la mujer significa que las mujeres nos la creamos y que los hombres pierdan un poco de poder, y no siempre quieren. Lo mismo pasa en lo clerical: empoderar a los laicos significa que los sacerdotes pierdan un poco de poder, y no siempre quieren,. Porque nadie quiere perder poder porque el poder es atractivo, nos gusta. Hay que hacer un trabajo importante para poder perder algo que te gusta tener. Es lo que pasa con el tema económico. Es probable que los ricos no quieran que haya pobreza, pero muchas veces no están dispuestos a perder de su riqueza y nivelar las cosas. Entonces, para que eso ocurra, es imprescindible un trabajo profundo espiritual y personal de darse cuenta de que el mundo así no funciona. El mundo no está funcionando bien porque están mal repartidas las cuotas de poder.
Alguien me preguntaba sobre la ordenación de hombres casados y yo respondía que creo que deberían existir tres etapas: ordenación de hombres casados, sacerdotes que se puedan casar y ordenación de mujeres. ¿Cuándo? No lo sé ni nos tocará verlo, pero debiéramos ir hacia ya. Además de la apertura de ciertos roles para los laicos. Eso está ocurriendo y los laicos ya han salido de la sacristía y no vamos a volver atrás, lo que pasa es que hay sacerdotes y obispos que lo frenan, pero hay procesos que son irreversibles.
Los procesos de cambio son lentos y en la iglesia es peor porque es muy grande; tenemos que caminar en medio de culturas muy diversas, a veces muy conservadoras y machistas.
No vamos al mismo ritmo en todas partes. Cada comunidad es hija de su iglesia y la diversidad cultural en la congregación es inmensa. Por ejemplo las hermanas que hoy día estamos en Chile somos hijas de una época en que la iglesia fue muy importante. Si fuéramos hija de esta época seríamos distintas, porque a nosotras nos tocó vivir la dictadura y nos pusimos en la fila de esa iglesia que defendió los DDHH. Y que fue muy valorada. Hoy no es lo mismo. La iglesia chilena ha perdido mucha credibilidad, por los problemas de los abusos.
La opción por la educación viene de la Buena Madre. Que no quiere decir que debamos trabajar solo en educación. Cuando llegamos a América Latina (1838) la educación no estaba asegurada para las mujeres. Hoy sí está asegurada. Para nosotras es una plataforma importante de evangelización, porque no se trata solo de enseñar matemáticas, inglés y geografía, sino que se trata de formar personas integralmente, de formar creyentes en lo posible y acompañar familias. Y eso tiene hoy día cada vez mayores desafíos porque contratar un profesor creyente es cada vez más difícil. Nosotras decimos que es una plataforma de evangelización, pero ¿quiénes son los evangelizadores?. Por eso hay que trabajar con los profesores y con las familias, porque el trabajo en educación es un trabajo en equipo. La experiencia que tenemos en Chile con colegios subvencionados es única. Pero no sabemos qué va a pasar más adelante porque hay fundaciones que han lucrado y eso nos juega en contra a quienes usamos esta posibilidad para mejorar la educación y el bienestar de los estudiantes. Mientras podamos seguir manteniendo los 4 colegios con los laicos que trabajan y que están siendo formados por nosotras, creo que debemos seguir haciéndolo porque es una plataforma importante de evangelización.
Yo creo mucho en la sicología de Jung. Todas y todos tenemos un lado femenino y uno masculino en diversas proporciones. Una adecuada formación debe desarrollar en los hombres su lado femenino y en las mujeres su lado masculino, y lograr el equilibrio correcto para que podamos evolucionar. Porque no es solamente una cuestión de respeto, sino de un desarrollo integral. Que a los varones no les importe llorar ni ser tiernos y vean la sensibilidad como un valor, y formar a la mujer en su lado masculino también, para que integre sus emociones con la racionalidad. Cuando uno conoce más profundamente a las personas se da cuenta que los más equilibrados y maduros son los que tienen integrado ambos lados. Cada uno puede encontrar en su experiencia buenos ejemplos.